sábado, 20 de septiembre de 2008

De Bata
(http://es.wikipedia.org/wiki/De_bata)

Bloque I:



Bloque II:



Bloque III:



De Bata es un programa nacido de un trabajo práctico para Cinematografía, el cual lo tuvimos que hacer en clase. Cómo se verá, cinematográficamente hablando es malísimo, pero está hecho con mucho pulmón y carece de trípode (Cosa que los otros grupos pudieron usar).
¿Errores? Tiene muchos, aunque por cada error, ya habían habido muchos chistes y mucha diversión. El verlo quizás no es tan gracioso (A parte no se escucha muy bien) pero el haber estado ahí, diciendo cuanta boludez pueda (Como todos los días) me resultó muy bueno.
Lástima que no se vio mucho que estaban todos en bata... Quizás se notó más eso en Vedo, Gabriel y en mí, que estuvimos parado o hicimos notarla.
En fin, disfruten viendo "De Bata"...

viernes, 12 de septiembre de 2008

Expediente

Capítulo 3: La ciudad

Sumido en sus dudas, el Detective Picasso cayó en un sueño intranquilo. Se movía constantemente, casi retorciéndose de dolor. Horrorosas imágenes desfilaban por su atormentada mente, como si fuera una tortura… El expediente, el fondo de pantalla, el video, Duchamp, todo resonaba en su cabeza, con gran eco, confundiéndolo poco a poco.

No se sabe si para desgracia o fortuna, esta especie de pesadilla se vio interrumpida cuando el picaporte empezó a tintinear como una campana… Alguien trataba de entrar, pero no se mostraba, no se asomaba por el orificio careciente de vidrio.

Sorprendido y atemorizado, el Detective desenfundó su pistola y, sin pensarlo ni una vez, disparó reiteradamente a la puerta, para obtener de remuneración un horripilante grito de eso que estaba del otro lado… Un grito que haría temblar al mismísimo demonio… Pero un grito que no significaba el fin, al menos el fin de eso. El picaporte se siguió moviendo, aunque esta vez más frenéticamente. Actuando otra vez en base a sus impulsos, Picasso saltó, como el video mostró, desde su ventana, cayendo a una gran velocidad y arremetiéndose contra el suelo. Para su sorpresa, la sensación del golpe fue indolora y no dejó secuela alguna en su cuerpo, por lo tanto procedió a pararse lo más rápido posible para correr hacia su automóvil, el cual no pudo alcanzar porque este se puso en marcha, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Debido al tiempo que estuvo encerrado en su despacho, no dudó ni un segundo en correr lo más lejos posible de ese lugar… Mientras lo hacía, notaba que ni un alma recorría las calles, las cuales también estaban desiertas de cualquier tipo de automotor, ya sea andando o estacionado. Gritaba en busca de ayuda, pero nadie salía a socorrerlo. Nadie ni nada.

Cada paso que daba en esa desierta ciudad era como si la gravedad aumentara, dificultándole más el andar… Su corazón se comprimía, así como su pecho, al ver que nada, absolutamente nada, le resultaba familiar… “¿Esos bares? ¿Esas plazas? ¿Dónde estoy?”. No reconocía ese lugar como su Palermo, en donde vivió toda su vida, aunque algunos rasgos le recordaban vagamente. Con todo su ser deseaba ir a su hogar, pero le era imposible reconocer el camino, los árboles no eran los mismos, poseían en ellos gran cantidad de hostilidad, las calles eran diferentes, tanto sus nombres ilegibles como sus sinuosos trayectos. Atacado por el temor, las dudas y la desesperanza, no detuvo su furiosa marcha ningún momento, sacando fuerzas de donde no tenía para no cansarse.

Apretaba firmemente sus ojos mientras los tenía cerrados… No le importaba chocarse con nada, sólo quería irse lo más rápido de ahí, o aún mejor, despertar de esa real pesadilla.

Como si algo le hubiese dicho “alto”, él se detuvo en seco en su lugar, para poder presenciar otro extraño acto… Él se encontraba de pie, en medio de un gran lago, mientras era testigo del andar de su mujer y su mejor amigo en un bote a pedal. Hubiese sido una linda postal, excepto por el momento en que ambos juntaron sus labios para dar lugar a un prolongado beso.

En ese instante, todo el miedo, el temor y las dudas se esfumaron, así como la lógica y la razón, dejando lugar para la ira y la bronca, las cuales tomaron control de él, quien no evitó gritar como un desamparado, citando a su suegra reiteradas veces. Parte suya sabía que no iba a ser escuchado, porque esa misma parte era la que se encontraba sorprendida con su acto cristiano de estar parado sobre el agua; pero otra parte suya ganó aún más furia al ver cómo los dos tórtolos continuaban con su acto romántico.

A medida que se enojaba más, el cielo iba cambiando su negrura por rojizos intensos, mezclados con violetas fuertes, que se arremolinaban con grises…

Fue entonces que pronunció un último grito, al que le correspondió un sacudón de su mujer que, perseguida como se encontraba, se volteó hacia todos lados, buscando a su marido… Y lo encontró, pero no era el que se encontraba de pie, era otro… Encontró a Juan Picasso sentado en la orilla, con unos grandes binoculares y una infinita ira...